Yo tenía 17 años y recuerdo nítidamente la lenta procesión funeraria en la «Plaza de la Revolución» de Holguín, la gente solemne y callada; los rostros lúgubres y el silencio multitudinario, abrumador. De pie durante horas en mi uniforme blanco y mostaza de preuniversitario, viendo pasar aquellas pequeñas urnas, todas idénticas, tuve quizás la primera noción de la magnitud de nuestras pérdidas en Angola y el resto de Africa. La cifra de muertos que había leído en el periódico local adquiría otra dimensión ante mis ojos: recuerdo haber pensado entonces que eran muchos, muchos muertos.
Hoy, visitando mis recuerdos del 7 de diciembre de 1989, tengo la sensación de que presencié un funeral extraño, aséptico. El gobierno cubano, que durante tantos años privó a las familias de velar a sus muertos, les quitaba una vez más el derecho de tener un rato a solas con los restos de sus seres queridos. Para muchas fue, de todos modos, un segundo entierro: el primero había sido con la foto del caído en Angola, en la privacidad de sus casas.
El gobierno cubano ha tenido la patética idea de recordar el entierro masivo, codificado militarmente como «Operación Tributo», con la retransmisión hoy del acto central de las honras fúnebres, que se realizó en El Cacahual con la presencia de Fidel Castro y José Eduardo Dos Santos. Habrá ofrendas florales, seguramente, y luego sobrevendrá el silencio.
Una nota de Juventud Rebelde da una cifra de total fallecidos en misiones internacionalistas en África y Nicaragua en un período de 13 años: 2289. Según cifras oficiales, 2077 perecieron en Angola.
¿Cómo recuerdan ustedes ese día? ¿Cómo creen que debería rendirse honor a los caídos en Angola?
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Recuerdo perfectamente ese día. recuerdo que la policía habanera estaba en alerta máxima. A mí me cogieron y me multaron simplemente por orinar detrás de un árbol. Mi novia me esperaba sobre las 11 de la noche en la oscuridad de la esquina de J y 19 en El Vedado y la policía se detuvo, quizás para saber qué hacía allí una muchacha sola a esa hora. Al salir yo de detrás de aquel árbol, subiéndome la portañuela fueron hacia mí. Y aunque, lógicamente dada la oscuridad y la barrera visual del árbol, no pudieron ver nada, ni siquiera el cálido chorrito, me multaron por «exhibición impúdica», 40 pesos (de la época). Y me dolieron mucho esos 40 pesos, que equivalían a la totalidad del ‘estipendio’ mensual que me daban mis padres mientras yo estudiaba Medicina. Ese, tristemente, es el recuerdo que tengo de aquel día.
Participe en las honras funebres que se hicieron ese dia, recuerdo una conocida mia que lloraba de forma desconsolada junto a mi, pues en el caso de su padre, no se supo nunca como murio (Angola) y eso la desconsolaba mucho. Fue un momento de mucha tristeza ver desfilar los carros con los «restos», en muchos casos solo era una foto y un ataud, pues no existian los restos de esos cubanos.
Murieron como ovejas en el matadero por una ideología intrínsicamente perversa.
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