Busco datos de Miguel Bisbé

Quisiera ver si alguien me puede informar de un querido amigo de la infancia, Miguel Bisbé Suárez. Era muy apreciado por mí y mi familia, desde antes, cuando vivía en Miami en 1957. Él estaba estudiando medicina y hace poco supe que cayó en Angola.  Quisiera saber cómo murió, si dejó familia, etc. Siento mucho que se haya quedado de ese lado. (Mensaje de la lectora de Myriam Martínez)

Jorge Pérez in memoriam

Capitán Jorge González Pérez, caído en Angola. El avión MIG-23ML que pilotaba fue derribado cerca de Menonge el 25 de julio de 1986. Foto tomada del blog HavanaLuanda

Capitán Jorge González Pérez, caído en Angola. El avión MIG-23ML que pilotaba fue derribado cerca de Menonge el 25 de julio de 1986. Foto tomada del blog HavanaLuanda

Recuerdo el día que cayó el piloto de la foto, Jorge Pérez. Yo estaba piloteando al lado de  él cuando lo derribaron. El día antes ya le habían dado duro en su avión y había aterrizado con un tremendo hueco en la cola por un impacto de un cohete.

Aún no está claro para nosotros qué fue lo que lo tumbó, sólo recuerdo su voz cuando dijo «entrando en combate» y  «fuego».  Unos minutos después se vio una gran explosión en tierra, todo indicaba que le dieron en el propio vuelo con la antiaérea, pues su avión impactó en el mismo lugar en el cual había disparado sus C5.

ERA UN EXCELENTE COMPAÑERO

Los jefes no dejaron que los helicópteros fueran a rescatar sus restos, dijeron que podían ser derribados también (Testimonio de un lector anónimo)

Pueden consultar aquí el listado tentativo de los pilotos cubanos derribados, está abierto a ajustes y aclaraciones.

Una pesadilla recurrente

Tumbas improvisadas en Angola

Tumbas improvisadas en Angola

Este testimonio revela que los restos de los cubanos caídos en Angola comenzaron a ser identificados desde los primeros años de la guerra, aunque no fueron repatriados hasta 1989.

Entre los años 1978 y 1979, dondequiera que se rumoraba que había una tumba de cubano en «la mata», se excavaba y se enviaban a Luanda los restos con los objetos hallados junto a los huesos. Se trataban de los cubanos desaparecidos durante los primeros años de la guerra, aun antes de 1976.

Una mañana nos llamaron a la oficina del jefe de la base hospitalaria de Luanda. Nos extrañó que nos citaran a la estomatóloga, a Juana y a mí, para una misión especial. Escuchamos cómo nos explicaban nuestra tarea y no nos imaginábamos cuánto marcaría nuestras vidas, nuestras pesadillas.

Tendríamos un local pequeño y retirado dentro de la base hospitalaria, donde iríamos recibiendo pequeñas cajas rectangulares de madera. Contenido: los hallazgos en localizaciones donde se reportaron enterramientos de soldados cubanos caídos durante los primeros años de la guerra en Angola. Según nos indicaron, la inteligencia conocería de lugares donde alguien reportaba la posible presencia de una tumba -en medio de la selva o un poblado- de un soldado cubano. El desenterramiento incluiría no solo los huesos, sino todos los pequenos objetos encontrados en el lugar: paquetes de cigarrillos, botones, fotos, medallas, amuletos…

Nuestra tarea era medir aquellos huesos, calcular la estatura,  determinar raza, posibles enfermedades, y muy especialmente estudiar las dentaduras para después comparar con los datos de los desaparecidos, solicitar los records dentales y médicos y lograr cotejar los restos que contenían aquellas hileras de pequeñas cajas de madera con las caras de los expedientes.

Un recuerdo enterrado para siempre en nuestas pesadillas, al recordar todos aquellos pequeños momentos guardados por los soldados junto al corazón durante sus batallas, los trozos de uniformes raídos, los huesos con tejido blando adherido, las cajas de Pandora que liberarían  a una viuda, un huérfano, una madre notificada de la certeza de la muerte.

Hablando de pesadillas, recuerdo que los médicos del grupo estábamos en Menongue: el cirujano Omar, el ortopédico y la que escribe,  reunidos conversando con un médico reservista que partía en pocas horas con una caravana hacia el sur. La preocupación y el miedo eran nuestro tema, el temor a las emboscadas, a las minas. Le animamos a no pensar en eso,  a creer que todo iría bien.

Esa noche recibimos la noticia de que la caravana se había topado con minas. El vehículo en que viajaba el médico saltó por los aires, se incendió, y Conde, el jefe de servicios médicos, nos solicitaba el certificado de defunción de nuestro compañero… Me toco a mí reconocer el cadáver. Por instinto de mi especialidad -neurocirugía- intenté examinar el cráneo carbonizado y se deshizo en cenizas entre mis dedos. Fue un verdadero shock, un recuerdo de lo efímero de nuestra existencia. Al siguiente día, mi hijo nonato (yo tenía seis meses de embarazo) murió. Otra vida que no prosperó. Otra pesadilla recurrente. (Testimonio de la lectora María del Pilar)

Bajo fuego enemigo

De izquierda a derecha, los pilotos Silvio Gonzalez Mojena, Mario Riva Morales y Emilio Gonzalez Rivas (caído en combate)

De izquierda a derecha, Silvio González Mojena, Mario Riva Morales y Emilio González Rivas (caído en combate)

El  relato que leerán a continuación narra el derribo de un helicóptero cubano con 15 personas, comandado por el piloto Emilio González Rivas, el 17 de mayo de 1978, en un enfrentamiento con el FNLA:

Al mando de una pareja de  helicópteros llegamos, en horas de la tarde,  al poblado conocido por el nombre de Aldeia Viçosa, en el noreste de Angola, a más de 200 kilómetros de Luanda. El Mayor Fogueton, a la sazón Jefe Militar de la Región por la parte angolana, había ido hasta el Puesto de Observación de su artillería.

El representante del Regimiento Aéreo (cubano) ante el mando angolano Primer Teniente Jorge Luis, decidió trasladarse en el primer helicóptero hasta la posición anteriormente señalada. El segundo helicóptero debía permanecer en  Aldeia Viçosa esperando instrucciones.

Volamos  hasta María Adelaida, otra población en las cercanías, en donde encontramos el Puesto de Observación. En este punto se nos incorporó el segundo helicóptero.

Desde allí, las posiciones enemigas se apreciaban con bastante claridad. Se observaba el accionar de un mortero, perteneciente al FNLA, que  hostigaba a las posiciones cubano-FAPLA.

El Mayor Fogueton (angolano), tomo la decisión de golpear al enemigo utilizando los helicópteros, aunque el jefe militar cubano, Coronel Harry Villegas (el Pombo de la guerrilla del Che Guevara), fuera de la opinión que se debía emplear la artillería.

Harry Villegas, ex guerrillero y militar cubano

Harry Villegas, ex guerrillero y militar cubano

Nos dio la impresiónde  que al angolano no le gustó la observación del jefe cubano y para fundamentar su decisión alegó que solamente le quedaban 29 salvas de artillería, lo que correspondía a la disposición combativa de la Unidad en cuestión. Fue en esos momentos que nos enteramos de los acontecimientos de Zaire, pero sin posibilidades de reflexión:

Luanda, 15 de mayo de 1978 (PL).-

La RPA declaró que esta completamente ajena a cualquier movimiento de los elemento zairenses en insurrección armada contra el gobierno de Mobutu.

La RPA recordó que las áreas señaladas como lugar de las confrontaciones no quedan situadas en la frontera con Angola.

Lusaka 17 de mayo de 1978 (PL).-

El secretario de relaciones exteriores británico, David Owen, declaró ante el parlamento que no hay datos que prueben la participación extranjera en los combates que se desarrollan en Zaire.

No debimos, nunca, haber aceptado el plan de golpear de frente, a un enemigo que tenía conocimiento de nuestra posición y seguramente había elaborado planes para contrarrestar nuestra presencia.

El helicóptero líder ataco la posición del mortero, pasando sobre la línea del frente a 400 metros de altura mientras que el segundo debía prestar la cobertura necesaria volando a 800 metros de altitud.

Al sobrevolar lo que se consideraba el borde delantero del enemigo, escuchamos que nos estaban efectuando disparos.

Ordenamos disparar con las armas de infantería, del personal que se encontraba en la cabina de carga.

El segundo helicóptero, en lugar de mantener la altura coordinada, se mantuvo al mismo nivel de vuelo del helicóptero líder.

Supusimos que por ir a una distancia de un kilómetro, Emilio González y el copiloto Juan Valdespino, los tripulantes del segundo helicóptero, pudieran haber apreciado el lugar desde donde procedían los disparos y es por eso que le hicimos la pregunta de rigor, y al recibir la respuesta afirmativa les ordenamos entrar en combate y utilizar los cohetes.

Saliendo del rumbo combativo, observamos una llamarada en el costado izquierdo del helicóptero de Emilio, entre el borde interior del bloque de cohetes y el tanque izquierdo de combustible, completamente arriba de la rueda principal izquierda.

Emilio contestó afirmativamente a nuestra pregunta de si conocía que estaba en llamas, por lo que le ordenamos aterrizar en la primera plataforma que encontrara. Pero el helicóptero de Emilio no entró en auto-rotación*, que es lo indicado para este tipo de emergencia, sino que comenzó a realizar giros a nivel.

Seis minutos duró aquella agonía pues, al parecer, la indecisión de Emilio permitió que el incendio cobrara fuerzas y que los compañeros que se encontraban dentro de la cabina de carga fueran forzados, por las llamas, a trasladarse hacia la parte delantera de la cabina de carga, provocando la inestabilidad del helicóptero hasta que, presionados por las llamas, muchos de los atrapados en aquella cabina decidieran saltar del aparato antes de quemarse vivos. Vimos a tres de ellos agarrados de las manos, proyectarse al vacío.

Aquello parecía una película de horror, en pantalla ancha y a todo color. Solamente el olor nos hacía razonar que era real, que no estábamos en una sala de proyecciones. Después de cuatro o cinco minutos, Emilio realizó una aproximación a una plataforma en el pico de una montaña, quedándose por debajo de la misma.

Inmediatamente apreciamos el descontrol de los parámetros de vuelo y como, se precipitaba hacia la tierra en una cañada. Tres veces  aterrizamos para buscar a nuestros compañeros, pero lo intrincado de la selva, en estos lugares, impedía cualquier intento de rescate.

En la penúltima oportunidad en que logramos aterrizar en la cúspide de una de las elevaciones más próximas a la catástrofe, el Coronel Harry Villegas, que se encontraba a bordo de nuestro helicóptero, le ordenó a la escuadra de infantería (nueve hombres de su escolta), que desembarcaran y llegaran al lugar donde en esos precisos momentos se encontraban estallando los cohetes del helicóptero abatido. El Jefe de la escuadra titubeó y al notarlo, Villegas saltó del helicóptero gritando algo así como: «todos conmigo» y se perdieron cuesta abajo.

Percatándonos de la inmensa responsabilidad que tendríamos que asumir, en caso de sucederle cualquier eventualidad a Villegas, ordenamos al copiloto (Oscar Machado Hernández) que trajera a Villegas de vuelta al helicóptero, a como diera lugar. El enemigo podía atacar nuestra posición con fuego de mortero y si nos veíamos en la necesidad de despegar, quedarían aislados y en la orilla opuesta (a la posición de nuestras tropas) del río Dange.

A  estas alturas Machado había logrado establecer comunicación por la radio de onda corta, con Luanda y Marcos Cairo, el Jefe del Estado Mayor del Regimiento Aéreo nos estaba tratando de dar apoyo con la aviación de combate.

Los aviones nos sobrevolaban y nosotros los veíamos, pero ellos nunca nos tuvieron a la vista. La escasa visibilidad les impedía apreciar las características del terreno. No obstante nos sentíamos protegidos y agradecidos. Al menos sabíamos que teníamos compañía.

Llegó el momento de tomar la decisión de retirarnos del lugar de los hechos. Anochecía y solo quedaba la reserva de combustible, necesaria para regresar al aeródromo de Negage, cuando desde el aire y en el último pase sobre el lugar del siniestro, logramos avistar a Rodolfo Castillo, el técnico de vuelo de la infortunada tripulación y  un soldado de las FAPLA.

Con la clavícula fracturada y una herida, profundísima en la parte posterior de la cabeza, Castillo, había logrado alcanzar la cima de la elevación y hacía señales con un pulóver (t-shirt) de color blanco. Logramos aterrizar y rescatarlo, sin embargo el soldado FAPLA, nunca llegó al helicóptero. Castillo refirió más tarde que, después de separarse en el último tramo, no lo había vuelto a ver.

Al día siguiente llegamos al lugar del desastre bastante tarde, sobre las 11:00 hrs. Las nubes, a ras de los picos de las montañas más altas, no nos daban la oportunidad de ubicar la posición y menos, intentar un aterrizaje en esas condiciones meteorológicas.

Por fin logramos rescatar los cadáveres de nuestros compañeros, casi todos torturados (los que aun permanecían con vida al llegar las tropas del FNLA) y los que ya eran cadáveres les habían sido cercenados los genitales. El rencor y el odio fueron de incalculables dimensiones.

La guerra desata los más bajos instintos  del ser humano.

La Comisión investigadora de los hechos trató de presentar el derribo de la tripulación de Emilio, como un accidente, resultado de un error de la técnica de pilotaje, a lo que nos opusimos categóricamente.

Dicha comisión se encontraba compuesta por el Coronel Ernesto de la Paz Palomo (no le gusta que lo llamen por el segundo apellido), inspector de la aviación de caza**, el Teniente Coronel Miguel Luna, ingeniero principal para la aviación de helicópteros y el Teniente Coronel Lezcay, Jefe del Laboratorio de Medicina Aeronáutica.

En las primeras horas del día 19 de mayo del año 1978, al segundo día de la catástrofe, nos encontrábamos redactando el informe de los hechos cuando, seguido a una fuerte detonación, sobre nuestras cabezas se desplomó el techo del local donde nos encontrábamos. A Luna le sangraba la cara, y pistola en mano gesticulaba. Machado, el copiloto del helicóptero, gritaba «morteros».

Habían reventado unas espoletas de mercurio que, por descuido, se encontraban en  la oficina del Coronel Villegas dentro de una lata que estaba siendo utilizada como cenicero por uno de los compañeros allí reunidos. Este descuido le costo a Villegas que una esquirla se le alojara en un testículo. El fumador perdió un dedo.

Las conclusiones de la comisión investigadora no coincidieron con los criterios de la tripulación sobreviviente. Debo recalcar que en esta comisión no estuvo presente ningún piloto de helicópteros, ni tan siquiera un oficial con preparación táctica en este tipo de armamento. Solo un ingeniero en motor y fuselaje el que, por desgracia, no podía aportar más que sus conocimientos de la técnica.

La responsabilidad por la muerte de 15 compañeros, que iban a bordo del helicóptero se le podía haber atribuido a la,

-Falta de información sobre la situación real del FNLA en la región.

-Carencia de una estrecha cooperación entre los diferentes tipos de armas, presentes en el teatro de operaciones militares.

-Falta de conocimiento del Jefe Militar de la región, con relación al papel que debían jugar los helicópteros.

Increíblemente todo quedó en el limbo. Nos habían enviado a operar bajo el mando FAPLA, algo verdaderamente insólito, porque según el reglamento del Jefe de la Misión Militar de Cuba en Angola (MMCA), tales operaciones estaban totalmente prohibidas.

Cuando José Antonio Alvarez Lachiondo, el Jefe del Regimiento Aéreo, nos había ordenado subordinarnos a las órdenes del Mando FAPLA, logramos que formulara una autorización, firmada de su puño y letra; pero más que eso, habíamos logrado que enviara a un representante de la aviación al frente del destacamento.

Este documento, más el hecho de no ser directamente jefe de la operación, sirvió para que la soga no se rompiera por su lado más débil, aunque sabemos que, el que luego sería Jefe de las Tropas de la DAAFAR en Cuba, el General de Brigada Rubén Martínez Puentes*** (en aquel momento sub-capitán),  que se encontraba en la R.P.A. al frente de una Comisión de Control, tratara infructuosamente, de achacarnos la responsabilidad de la catástrofe.

General de Brigada Rubén Martínez Puentes

General de Brigada Rubén Martínez Puentes

Marcos Cairo (Jefe del E.M. del Regimiento Aéreo), de forma confidencial, nos dijo que Martínez Puentes le había preguntado si no sería que nos habíamos apendejado.

Después de la muerte de Emilio, luego de que la confesión de un prisionero nos permitiera detectar una base de operaciones del FNLA, el mando militar cubano planificó una operación de respuesta.

*La auto rotación forma parte de cualquiera de los diferentes tipos de emergencia, en la aviación de helicópteros. Se traduce en un descenso rápido, durante el cuál el piloto debe escoger una plataforma y proceder al aterrizaje en la misma.

** Este oficial, piloto de aviones «caza», 10 años más tarde sería Jefe de un Regimiento de Helicópteros, sin jamás haber volado en uno de ellos.

*** Rubén Martínez Puentes es el mismo que dirigió el derribo de los aviones de “Hermanos al Rescate”.

(Testimonio del lector Manchiviri. Este fragmento forma parte de un libro en preparación)

Listado tentativo de pilotos caídos

Capitán Jorge González Pérez, caído en Angola. El avión MIG-23ML que pilotaba fue derribado cerca de Menonge el 25 de julio de 1986. Foto tomada del blog HavanaLuanda

Capitán Jorge González Pérez, caído en Angola. El avión MIG-23ML que pilotaba fue derribado cerca de Menonge el 25 de julio de 1986. Foto tomada del blog HavanaLuanda

El colega del blog HavanaLuanda compiló esta lista de los pilotos cubanos muertos en Angola a causa del derribo de sus aeronaves.

Con la ayuda de ustedes, los lectores -que pueden corregir datos imprecisos o erróneos, o agregar más información- podemos llegar a una versión más definitiva sobre estas bajas de la guerra.

No. Fecha Tipo de aeronave Lugar Muertos Pilotos/ Nota
1 1976 MIG-21 MF ¿ ¿ Se estrelló por un fallo hidráulico?
2 1977 ó 1978 AN-26 Cuangar ? Derribado por una flecha (COM) de la UNITA
3 Mayo 17 de 1978 MI-8-T Negage 13 Tte. Emilio González Rivas. Derribado por armamento ligero
4 Agosto 6 de 1980 YAK-40 Matala 29 Derribado por error por las propias TCAA cubanas.

Pilotos y tripulantes soviéticos

5 Marzo 15 de 1981 MIG-21 MF Cabinda Mayor Leonel Ponce Torriente. Misil antiaéreo. Rescatado.
6 Junio 11 de 1981 MIG-21 MF Mulondo Tte. Danacio Valdés. Derribado por Mirage F-1CZ, Maj. Johann Rankin
7 Junio 7 de 1982 AN-26 Lubango Cap. Osvaldo López Terrero
8 Agosto 12 de 1982 MIG-21U Lubango ¿ Pastrana y Merino
9 Octubre 5 de 1982 MIG-21 BIS Lubango Tte. Raciel Marrero Rodríguez
10 Octubre 5 de 1982 MIG-21 BIS Lubango Tte. Gilberto Ortiz Pérez
11 Noviembre 6 de 1982 MI-8T Cuango 11 Cap. Raúl Vigo
12 Diciembre 8 de 1982 MI-8T La Cuca 6 1er.Tte. Raúl Vega
13 Abril 23 de 1983 MIG-21 MF Lubango Cap. Raúl Fernández Sánchez
14 Agosto 8 de 1983 MI-8T Cangamba 1 Mayor Policarpo Alvarez
15 Agosto 21 de 1983 MIG-21 R Luena Cap. Chacón
16 Octubre 2 de 1983 MIG-21 Lubango 1 Cap. Andrés Valle
17 Octubre 20 de 1983 MIG-21 PFM Luau Tte. Cor. Henry Pérez. Derribado por el fuego antiaéreo de la UNITA.
18 Noviembre 10 de 1983 MIG-21 Lubango 1 Cap. Roberto Hernández Alvarez
19 Diciembre 29 de 1983 MIG-21 BIS Lubango Tte. Fidel Pérez
20 Diciembre 29 de 1983 MI-8T Luau 4 1er.Tte. Jesús Galindo Bacallao, sub tte Juan Carlos Rodríguez
21 Enero 12 de 1984 MI-8T Huambo 5 Tte. Cor. Albizu
22 Agosto 9 de 1984 MIG-23 ML Luena Cap. Pedro Zequeiras
23 Agosto 9 de 1984 MIG-23 ML Luena Tte. Alberto Olivares Horta
24 Agosto 9 de 1984 MIG-23 UB Luena Mayor Antonio Rojas Marrero
25 Agosto 9 de 1984 MIG-21 BIS Luena Cap. Pausides Hechevarría
26 Agosto 21 de 1984 MIG-21 Lubango 1 1er.Cap. Guillermo Merino
27 Diciembre 2 de 1985 AN-26 Zaire Cap. Rafael del Pino (Jr) Aterrizaje forzoso
28 Marzo 12 de 1985 MIG-23 ML Menongue Cap. Lino Cabrera Viera
29 Finales de junio 1985 MIG-21 PFM Malange Tte. Taurino Toledo Vila
30 Julio 31 de 1985 MIG-21 BIS Luanda 1 1er.Tte. Sergio Herrera
31 Septiembre 5 de 1985 AN-2 Gabela Tte. Gilberto Machado Ibáñez
32 Noviembre 24 de 1985 MI-8T Alto Cuilo Tte. Arcides Arcis León. Derribado por Impala
33 Noviembre 9 de 1985 MI-8T Lucusse Tte. Sabino Ferreira Santos
34 Julio 7 de 1986 MIG-21 BIS Lubango 1 1er.Tte. Raúl Quiala
35 Julio 25 de 1986 MIG-23 ML Menonge 1 Cap. Jorge González Pérez
36 Septiembre 13 de 1986 MIG-23 ML Menonge 1 Cap. José A. García Flores
37 Abril 11 de 1987 MI-8T Luena 3 Tte. Jesús Martínez Santos
38 Octubre 24 de 1987 MIG-23 ML ? 1 Cap. Lorenzo Morales Ramos? Derribado por MANPAD (fuerza antiaérea UNITA)
39 Octubre 28 de 1987 MIG-21 UM Luvuey Tte. Cor. Manuel Rojas, Cap. Ramón Quesada Aguilar. Derribado por el fuego antiaéreo de la UNITA. Capturados.
40 Noviembre 25 de 1987 MIG-21 ? ? No hay datos.
41 Noviembre 29 de 1987 MIG-23 ML Cuito ? Derribado por G-5 de la SADF.
42 Noviembre 29 de 1987 MIG-23 ML Cuito ? Derribado por G-5 de la SADF.
43 Noviembre 29 de 1987 MIG-23 ML Cuito ? Derribado por UNITA MANPAD
44 Noviembre 29 de 1987 MIG-23 ML Cuito ? Derribado por UNITA MANPAD
45 Diciembre 12 de 1987 MIG-21 Cuito ? Derribado por UNITA MANPAD
46 Diciembre 20 de 1987 MI-8T Tempue 1 1er.Tte. Alejandro Díaz
47 Enero 14 de 1988 MIG-23 ML Cuito Cap. Francisco A. Doval. Derribado por UNITA MANPAD.
48 Enero 19 de 1988 SU-20 M ? ? Derribado por SADF
49 Enero 21 de 1988 MIG-23 ML Menonge 1 Cap. Carlos Rodríguez Pérez
50 Febrero 5 de 1988 MIG-21 ? ? Derribado por SADF
51 Febrero 5 de 1988 MIG-21 ? ? Derribado por SADF
52 Febrero 15 de 1988 MIG-23 ML Cuito 1 Cap. Juan P. Rodríguez
53 Marzo 1ro. de 1988 MIG-23 ML ? ? Derribado por SADF
54 Marzo 17 de 1988 MIG-23 ML Cuito 1 Ernesto Chávez
55 Marzo 23 de 1988 MIG-23 ML ? ? Derribado por SADF
56 Abril 27 de 1988 AN-26 Cahama 26 Derribado por las propias TCAA cubanas. Muere el Gral. Paco Cruz, BG Francisco Cruz Bourzac y una comisión de altos oficiales que viajaba en la aeronave.
57 Abril 29 de 1988 MIG-23 ML ? ? La fuente (Tom Cooper) sólo indica que se desconocen las causas
58 Junio 5 de 1988 MIG-21 Cuito ? Derribado por G-5 de SADF
59 Junio 5 de 1988 MIG-21 Cuito ? Derribado por G-5 de SADF
60 Junio 27 de 1988 MIG-23 ML ? ? Derribado por Ystervark 20 mm de SADF
61 Julio 5 de 1988 MIG-21 ? ? Se desconocen las causas

Lista de los caídos

Entierro masivo a los caídos en Angola el 7 de diciembre de 1989.

Entierro masivo a los caídos en Angola el 7 de diciembre de 1989. Foto tomada del blog HavanaLuanda.

A partir de hoy pueden consultar en el encabezado del blog y aquí, la lista de cubanos caídos en Angola que se encuentra inscrita en el monumento Freedom Park de Sudáfrica.

Los nombres que reproduzco fueron entregados en el 2006 por la embajadora cubana en Sudáfrica, Esther Armenteros, al administrador del Freedom Park, Dr Mongane Wally Serote.  En cambio, los nombres de los sudafricanos muertos en la guerra de Angola fueron excluidos del lugar, provocando una gran controversia en el país, sobre la que se pueden informar en posts previos, aquí y aquí .

Ha habido varias versiones oficiales sobre las estadísticas de los muertos cubanos desde 1989: 2.077, 2,289 y este final de 2,106. Como se conoce, a raíz del entierro masivo del 7 de diciembre de 1989, denominado por las autoridades cubanas Operación Tributo, el diario Granma y los periódicos de las 14 provincias y el municipio especial Isla de la Juventud, publicaron los listados (el total nacional y los nombres desglosados por cada territorio), pero por razones obvias no fueron digitalizados.

La lista llegó primero a The Miami Herald por vía de Peter Pollack, un historiador aficionado que escribe sobre la batalla de Cuito Cuanavale, y quien la obtuvo del Freedom Park.

La contribución de este esfuerzo es que por primera vez la lista oficial de caídos en Angola se publica en Internet. No está organizada alfabéticamente y en muchos casos no aparecen los primeros nombres de las víctimas, pero constituye un primer paso hacia la búsqueda de la verdad y hacia el homenaje duradero que merecen nuestros muertos: ¿Cuántos cubanos realmente murieron en Angola? ¿Está completa la lista?

20 años del entierro masivo: Cómo lo recordaron en Cuba

Raúl Castro deposita una ofreda en el mauseleo del Cacahual, el 7 de diciembre de 2009

Raúl Castro deposita una ofreda en el mauseleo del Cacahual, el 7 de diciembre de 2009

Ofrendas florales, marchas de pioneros, ceremonias militares y nuevos ingresos a la Unión de Jóvenes Comunistas marcaron la celebración en Cuba del vigésimo aniversario del entierro masivo de los caídos en Angola y otras partes del mundo.

Así lo describió el periódico Granma:

«Este no fue un lunes común. Con el amanecer, millones de cubanos salieron a las calles con flores para rendir el justo tributo a los mártires de la Patria. El suelo de este archipiélago se estremeció, no hubo punto de la geografía que no viviera la emoción del homenaje a Antonio Maceo, Panchito Gómez Toro, Frank País García y los más de 2 000 internacionalistas que un día como ayer, hace 20 años, regresaron a la Patria para recibir el adiós definitivo de su pueblo».

El gobernante Raúl Castro acudió a El Cacahual para depositar flores en el mauseleo de los caídos.

Pueden leer la crónica oficial de la conmemoración aquí y aquí .

Por otra parte, el general de Cuerpo de Ejército Leopoldo Cintra Frías intervino ayer en  el sexto  congreso del MPLA en Angola, para recordar glorias pasadas, como las victorias de Quinfandongo y Cabinda.

Entierro de los caídos en Angola: 20 años después

Velorio de los restos de internacionalistas caídos en Angola y otras partes de África, en 1989

Velorio de los restos de internacionalistas caídos en Angola y otras partes de África, en 1989

Yo tenía 17 años y recuerdo nítidamente la lenta procesión funeraria en  la «Plaza de la Revolución»  de Holguín,  la gente solemne y callada; los rostros lúgubres y el silencio multitudinario, abrumador. De pie durante horas en mi uniforme blanco y mostaza de preuniversitario, viendo pasar aquellas pequeñas urnas, todas idénticas, tuve quizás la primera noción de la magnitud de nuestras pérdidas en Angola y el resto de Africa.  La cifra de muertos que había leído en el periódico local adquiría otra dimensión ante mis ojos: recuerdo haber pensado entonces que eran muchos, muchos muertos.

Hoy, visitando mis recuerdos del 7 de diciembre de 1989, tengo la sensación de que presencié  un funeral  extraño, aséptico. El gobierno cubano, que durante tantos años privó a las familias de velar a sus muertos, les quitaba una vez más el derecho de tener un rato a solas con los restos de sus seres queridos. Para muchas fue, de todos modos, un segundo entierro:  el primero había sido con la foto del caído en Angola, en la privacidad de sus casas.

El gobierno cubano ha tenido la patética idea de recordar el entierro masivo, codificado militarmente como «Operación Tributo», con la retransmisión hoy del acto central de las honras fúnebres, que se realizó en El Cacahual con la presencia de Fidel Castro y José Eduardo Dos Santos. Habrá ofrendas florales, seguramente, y luego sobrevendrá el silencio.

Una nota de Juventud Rebelde da una cifra de total fallecidos en misiones internacionalistas en África y Nicaragua en un período de 13 años:  2289. Según cifras oficiales, 2077 perecieron en Angola.

¿Cómo recuerdan ustedes ese día? ¿Cómo creen que debería rendirse honor a los caídos en Angola?

La emboscada de la que me salvé

Vista actual de la carretera entre Luanda y Viana

Vista actual de la carretera entre Luanda y Viana

La segunda emboscada que nos hicieron fue exactamente un mes después de la primera, coincidiendo con el segundo aniversario de la independencia de Angola, el 11 de noviembre de 1977.

Emboscaron una ambulancia a medio camino entre nuestro Puesto Médico en Viana y Luanda, al mediodía. Evidentemente la estaban esperando. La chocó de frente un camionzón salido de la nada y fue tiroteada no se sabe por  quiénes. Yo debía ir en esa ambulancia pero Heriberto (no recuerdo el apellido), que trabajaba en el Ministerio del Trabajo en Cuba, me pidió que lo dejara ir a él en lugar mío, porque quería aprovechar para ver a una noviecita enfermera que tenía en el hospital de Luanda.

Allí murió el médico Jorge Agostini, hijo del mártir del mismo nombre que fue víctima del gobierno de Batista en Cuba [asesinado el 9 de junio de 1955]; él era el jefe de nuestro puesto médico. También murieron el chofer de la ambulancia: «el guajiro», cuyo nombre no recuerdo -era el mayor en edad de nuestro grupo de 23, con 47 años- y  el geógrafo cubano Miguel Mariche Suárez del Villar, cuya madre era jueza del Tribunal Supremo de justicia cubano y el padre era arquitecto o algo así. Mariche era mi compañero, él tenía la chapilla 77120 y yo la 77121.

Los tres heridos que estaban transportando se salvaron en la emboscada, porque iban acostados en el piso.

Mariche recibió un disparo en el medio de la frente. Iba leyendo, como siempre, en ese caso una «Historia de la II Guerra Mundial», sentado en un asientico mirando para atrás. El chofer y el médico Agostini también murieron instantáneamente. Heriberto estaba sentado en el piso, en el fondo, en los pies de los heridos y no se veía de afuera. Él  tuvo heridas múltiples y, después de varias cirugías, con una pierna más corta y casi inútil, fue evacuado a Cuba.

Yo recogí las poquísimas pertenencias de Mariche, principalmente cartas y el libro que leía y las conservé hasta que regresé a Cuba y se las llevé a su madre, a quien nadie le había contado lo sucedido ni le habían dado atención alguna. Era hijo único y uno de los poquísimos solteros sin hijos. Mi regimiento completo era de «reservistas», todos casados y la mayoría con hijos, porque en esa época todavía no habían empezado a enviar muchachos del Servicio Militar y se nos decía que se había demostrado que los hombres con familia resistían mejor las barbaries de la guerra.

A los tres muertos los enterramos nosotros mismos, sin ceremonia alguna, con máxima discreción, en el cementerio de Miramar en Luanda, que era uno de los dos cementerios grandes de la ciudad capital. Les correspondieron las tumbas 347, 348 y 349 del sector donde se enterraban los soldados cubanos, al fondo, sin más señal que la tabla con el número indicativo pintado a mano, en pura tierra y quitándoles todo, porque todo escaseaba, especialmente las botas.

No teníamos documentos ni joyas, ni siquiera relojes o anillos, porque todo eso nos lo quitaron al subir al barco en Cuba. Más nunca recuperé los míos y, que yo sepa, nadie lo logró. Eso era lo de menos, no teníamos ni una foto, sólo la chapilla con el número de cada uno al cuello, que se les quitaba a los muertos, por supuesto. Nada de ponerlas en la boca, porque eso es en los ejércitos en los que cada soldado tiene dos o una que se parte por el medio, pero como parte de las carencias cubanas de siempre en este casi medio siglo, cada soldado sólo tenía una, bastante rústica por cierto.

Nadie se ocupaba de nada, mucho menos los jefes. Yo conseguí una caja de armamento que vacié y ahí mal acomodamos a Mariche desnudo, por supuesto. No cabía, pero al menos estaba en una caja. Los otros dos sencillamente se envolvieron en nylon y se entizaron un poco con «esparadrapo» (venda adhesiva), que era lo único que teníamos y así se acostaron los tres cadáveres en el piso de la ambulancia y los llevamos, por nuestra cuenta, un chofer y yo al cementerio, con una pala y un pico. Estaban enterrados una o dos horas después de muertos.

Ese día nos llevaron una caja de 12 botellas de ron para los 20 que quedábamos y mandaron una escuadra de 8 soldados de una unidad cercana, para que nos «protegieran» y pudiéramos emborracharnos. Ese fue el glorioso velorio, tocando de todo lo que sonaba en una rumba interminable de borrachera hasta que cada quien se quedó dormido.

Yo no me emborraché, no me emborraché porque tenía miedo, como siempre tuve miedo allá…terror, siempre pensando sólo en cuidarme…es la verdad. Tomé, grité, canté, toqué en latas improvisaciones hasta que el cansancio me tumbó y creo que fui el primero en levantarme a media mañana siguiente. Hubo quienes no volvieron en sí hasta el subsiguiente día. Nunca más hablamos de eso, que yo recuerde.

Han pasado ya más de 30 años y me ha tomado mucho tiempo, pero hoy por hoy yo no justifico guerra «ni de independencia», porque no hay nada peor, más ajeno a la naturaleza humana que matar semejantes que nada te han hecho, que ni siquiera conoces, que siente y padecen como tú, en aras de unos pocos. Siempre quienes matan y mueren realmente son más semejantes entre ellos que a sus respectivos «superiores», esos que están tan tan por encima, tan tan lejos de morir o matar, que pueden dedicarse a…¿mejorar el mundo?

(Testimonio del economista Jorge Martín. Fue enfermero en Angola)

Suicidios en Angola: Las otras bajas de la guerra

Marihuana

Marihuana

Sí circulaba marihuana en Angola, el que diga lo contrario miente.  La primera vez que la vi fue allí, pero eso de que la gente fumara para combatir es cuento chino. De película americana de Viet Nam. Por lo menos yo no conocí a nadie que fumara para pelear. Además, la CIM [Contrainteligencia Militar] estaba encima de la tropa con el tema de la maría. En mi regimiento cogieron a dos holguineros que tenían un paquetico debajo de la cama y se armó una del carajo. A uno lo mandaron preso a Cuba y el otro se suicidó.

Del suicidio de aquel muchacho por la marihuana creo que la responsabilidad mayor fue justo de los trinkas [miembros de la CIM], que le metieron una presión horrorosa. Yo estuve presente en el tribunal de honor y el defensor de los muchachos era un jefe de cuadros muy buena persona pero que ni siquiera pidió ver el paquete de marihuana para ver si era verdad. El fallecido dejó una carta diciendo que no podía soportar la vergüenza de volver a Cuba condenado por marihuanero.

Tuve otro compañero que se suicidó en Lubango, en la base aérea. Antes de volarse la cabeza le disparó a dos compañeros que no murieron pero sufrieron secuelas graves. Esto ocurrió a finales de 1989, fue entre el grupo del CEPEM de la DAAFAR. (Testimonio del lector Alex)