A inicios de 1977 estábamos realizando una operación en las selvas de Cuando Cubando, limítrofe con Namibia y Zambia (Operacion Victoria) cuyo fin era destruir la mayor parte de la bases militares de la UNITA. Según el alto mando, General Raúl Menéndez Tomasevich, la inteligencia cubana había interceptado una comunicación en la cual el Jefe de la UNITA, Jonas Savimbi, estaba huyendo hacia la frontera entre Namibia y Zambia con sólo su escolta personal. Según nos dijeron eran mercenarios franceses, unos cuatro hombres para no ser detectados .
Eligieron la escuadra donde estaba yo; nos dijeron que era para para emboscar a Savimbi y que atraparlo que era cuestión de unas horas, que fuéramos lo más ligeros posible, solo municiones y una cantimplora de agua. Nos montaron en un helicóptero y nos dejaron en el punto llamado CARIBE en medio de la selva, diciéndonos que avanzáramos derecho como dos kilómetros, que era el punto para interceptarlo.
La vegetación era la misma por todos los lados , las brújulas no trabajaban y el equipo de radio estaba con las baterías bajas, producto del apuro. En resumidas cuentas perdimos todo tipo de comunicación según la brújula, que estaba como loca, quizás por los minerales del terreno. Estábamos en el lugar, esperamos emboscados. Nos cogió la noche pero no aparecieron. Al otro día esperamos los helicópteros que debían recogernos y nada, estábamos en medio de territorio enemigo, solos 11 hombres.
Al no tener comunicación empezamos a caminar en busca de una salida… uno, dos, tres días y nada; para mí caminábamos en círculos, con sed y hambre. Al cuarto día los hombres estaba muy cansados, enterraban las municiones extra con el fin de disminuir peso, estaban desesperados. Yo contaba a mis hombres a cada momento para no perderlos de vista pues caminábamos en columna. Al cabo de dos horas me faltaba Cuco, el negrito de Pinar de Río.
Corrí y corrí solo hacia atrás, buscándolo. Al fin lo encontré acostado al lado de un árbol, sudando copiosamente y con la pistola en la mano. Al verme me dijo: «Cuida a mis hijos, yo no aguanto más, ni el fusil puedo cargar». No sé de dónde me salió de aquello de «Cuco, déjate de teatro que no estamos en La Rampa». No sé, pero eso funcionó y entre sus labios apareció una sonrisa. Me senté junto a l y hablamos de sus hijos y la famosa carta de su mujer diciéndole la frase del Che «Dondequiera que te sorprenda la muerte», que él se cagó en ella mil veces.
Al rato llegó el resto de la escuadra y dormimos allí. Yo tenía una foto de mi hija vestida de bailarina clásica muy chiquita, me fui aparte y recé. Hacía muchos años que no lo hacía y le pedí a Dios que me diera el chance de ver a mi hija una vez más. No sé, pero sentí como una luz que me invadía y una gran traquilidad y fui a dormir.
Al otro día seguimos vagando por la selva, era el quinto día; a eso de las 4 de la tarde sentimos unos motores en la lejanía que se acercaban. ¿Eran los sudafricanos o nuestra gente ? Nos pusimos en posición combativa. Si era nuestra gente estábamos salvados y si no, dispuestos a presentar combate. Al rato sentimos que el ruido de los motores se alejaba. Ahí salió El Niño, el más joven de la escuadra, y dijo «vamos a tirar al aire, si son nuestro estamos bien y si no, a morirse todo el mundo». Eso hicimos, al rato sentimos los motores de vuelta y gente gritando en español. Estábamos salvados.
Era el Dr Invert de Guantánamo (médico ) que voluntariamente había salido él y dos BTR-60 para ver si por lo menos rescataba nuestros cadávares siguiendo el círculo de las aves de rapiña. Nuestros pies estaban hinchados. Al tomar un poco de leche condensada la escuadra se sintió mejor pero estábamos deshidratados y nos enviaron en helicópteros a Luanda.
Allí nos enteramos de la verdadera razón por la que nos perdimos. Resulta que un día antes de la operación un helicóptero recibió fuego cruzado de la UNITA y un piloto de helicóptero recibió un tiro en un pie. El helicóptero que nos llevaba nos dejó caer mucho antes del lugar que estaba supuesto a dejarnos por miedo a caer bajo el fuego enemigo.
Al darnos de alta del hospital fuimos al aereopuerto y buscamos al piloto y copiloto, aún estaban ingresados en el hospital militar.
Nos llevaron a fiscalía militar con cargos, despues llamaron del alto mando “Rosa Linda”* y nos enviaron de vuelta a Tchamutete.
Cosa de la guerra.
(Testimonio del lector Tchamutete)
*Rosa Linda: Club de oficiales Quinta Rosa Linda en Luanda, que había sido de los portugueses, donde estuvo en una época el alto mando cubano.
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