Muertes inútiles

Documentos de la tripulación de un Mig derribado en el sur de Angola. Las fotos son sellos postales de la época.

 

Una de las cosas que más afectaron a muchos altos oficiales en la Guerra de Angola fue ver como la mayoría de los muertos perdieron sus vidas por irresponsabilidad y voluntarismo de jefes incapaces que los enviaban a cumplir misiones absurdas e innecesarias  arriesgando sus vidas. Cada vez que se investigaban esos casos, los resultados de la investigación eran engavetados tanto por la Jefatura de la Misión como por el Alto Mando en La Habana. 

Un caso que refleja este proceder generalizado de cometer barbaridades por jefes incapaces y después tapar los resultados por los jefes máximos lo viví en carne propia en 1985, al ser enviado al frente de la comisión que debía investigar la pérdida de tres MiG-23 en una simple misión de bombardeo al poblado de Lumbala N´gimbo 300 kilometros al sureste de Luena. 

Sin planificar nada ni hacer una apreciación de la situación los jefes principales ordenaron a los pilotos que se rebasificaran desde la base principal en Lubango hasta Luena, que artillaran los aviones con bombas y que bombardearan ese poblado. Los pilotos fueron, bombardearon y al regreso se perdieron porque no se habían preparado debidamente. 

Dos tuvieron que abandonar el avión catapultándose en paracaídas y otros dos tuvieron que realizar aterrizajes forzosos en una pista de tierra destruyéndose totalmente sus aviones. Por ese estilo eran las misiones que se le ordenaban a la mayoría de los pilotos. 

Pero eso no fue lo más grave. 

En el IL-62 en que viajaba la Comisión Investigadora de este descalabro viajaba también una compañía de jóvenes reclutas del servicio militar que iban de relevo de otros compañeros que habían concluido su tiempo de misión. La mayoría no pasaba de los 18 años. Nosotros nos quedamos en Luanda tres días revisando la documentación de la debacle de los tres MiG-23, entrevistando a los pilotos sobrevivientes. Al tercer día partimos en avión hacia Luena para continuar la investigación y cuando aterrizamos veo en el hangar próximo a la rampa de estacionamiento 13 cadáveres de soldados cubanos cubiertos con sabanas blancas. 

Por curiosidad levanté una de las sábanas y reconocí a uno de aquellos muertos que precisamente había llegado a Angola en el mismo avión en que viajábamos nosotros. Es decir a estos muchachos los cambiaron de ropa en cuanto llegaron a Luena, les pusieron un uniforme militar y los enviaron sin preparación ni experiencia alguna a peinar una aldea cercana donde la UNITA los esperaba emboscados. Todo esto  ocurrió en menos de una semana. Tres aviones perdidos y 13 jóvenes enviados a morir inútilmente. 

Al principio de la guerra en 1975 hubo algunos muertos de verdad en combate directo contra los sudafricanos pero salvo esos casos esporádicos la mayoría de los muertos fueron por la incapacidad de los jefes que dirigían a sus hombres. Comenzando nada menos que con el primer Jefe de la Misión Militar, el General Raúl Díaz Argüelles que muere volado en su transportador blindado BTR al caer en una mina colocada por los propios cubanos sin tener después los planos de los campos de minas. Así que ya eso da una medida de la irresponsabilidad y falta de profesionalismo de la mayoría de los jefes que dirigieron esa guerra. (Testimonio de Rafael del Pino, primer jefe de la Fuerza Aérea cubana en Angola)