De los horrores de la guerra, [recuerdo] muchos. Para entrar en un kimbo disparabas a los techos, si no salía nadie en unos segundos pues tirabas una granada. Por eso todos salían corriendo cuando veían que venían las tropas, que siempre lo sabían por más que queríamos escondernos o llegar sigilosamente.
Despues me entero por un SWAPO, que nos olían, sí , nos olían, era increíble, a partir de ahí cuando salía de caminata trataba de ensuciarme lo más posible y sobre todo echarme fango en la cara, porque si no, llamabas la atención por blanco y todo el mundo te tiraba.
Ahí comprendes que no hay reglas, que si coges un prisionero y no lo puedes llevar contigo, tienes que matarlo y eso pasó varias veces.
Llegamos a un kimbo, una aldea, y la gente regresó cuando vio que no había peligro con nosotros y los dejamos regresar despues de revisarlo bien todo, es que nos hacía falta cambiar dos sacos de arroz (lo único que teníamos) por una vaca o algo de carne, es que estábamos cerca de Namibia o en Namibia, abandonados a la gracia de dios.
Bueno, lo primero que se hacía era separar las mujeres de los hombres y revisar a estos, les quitábamos las camisas o los trapos que tuvieran y veíamos si tenían marcas en la piel de los sacos de la UNITA, que no era más que un jolongo con sogas, entonces esas sogas se les metían en los hombros y [les dejaban] tremendas marcas.
Cuando le fuimos a quitar la camisa a un tipo se resistió y se mandó a correr por aquellas sabanas, fue un blanco fácil, un rafagazo y cayó dando brincos como una pelota. Había otro que se echó a llorar y un SWAPO se lo llevó a un kimbo a obtener «inteligencia» como decían, eso era darle con un cinto ruso hasta que hablara. Los cubanos que conocí ahí le hacíamos asco a esos tratos, no estábamos de acuerdo, por eso lo ignorábamos, pero no podías meterte ese era su guerra también, su país.
A ese pobre infeliz le metieron un tiro, el SWAPO, porque él salió y dijo » todo bien, primo, todo bajo control».
Así fue eso. (Testimonio del lector Tito)
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